Radio en la cárcel

31/05/2013

Hoy ha concluido una experiencia vital. Tres meses de prácticas han ‘volado’ junto a otros compañeros en el Centro Penitenciario de Valdemoro (Madrid). Trescientas horas hemos completado en una pequeña sala de dos pisos, de unos 50 metros cuadrados en total (si llega), que podías encontrar pasando un control diario de acreditaciones, de cruzar puertas y atravesar pasillos dando los buenos días entretanto a internos y funcionarios. Nos dijeron que éramos los primeros alumnos que realizábamos prácticas de periodismo en una cárcel. Eso no sé si motivaba, pero era un dato.

El primer día el ‘respeto’ se apodera de ti. Nunca antes habías entrado en una cárcel, y lo que te puedes encontrar no lo sabes. Un educador junto a varios presos nos esperan en aquella sala. Nos presentamos, uno a uno, confundiendo quién era preso y quién no. El mono naranja sólo sale en las películas. Al día siguiente vas conociendo quién es quién. A la semana descubres quién hizo qué, por qué está ahí, desde cuando está, o cuánto tiempo le queda. Y si no lo descubres, la intriga te hace investigarlo. Pasados tres meses, la relación es de un compañerismo impensable. Empatizas. Algunos necesitan contar sus experiencias, otros callan, otros explican las irregularidades del sistema, o las negligencias que se comenten. Uno escucha cosas de ambos bandos, y crea su propio pensamiento.

Hacíamos radio junto a presos. Presos ‘buenos’, por así decirlo. Los más conflictivos creo que no tenían el privilegio de poder ir a la radio. No los conocimos, ni llegamos a entrar en sus módulos en una visita guiada que nos dieron el primer día. En los estudios (había dos), los micrófonos con sus quitavientos amarillos de la Cadena Ser aún seguían allí, en memoria (y porque no hay otros) de aquel programa que recordaréis Gemma Nierga llevaba a cabo hace tiempo. Algunos micrófonos desgastados, otros aún servibles. El material era viejo, pero bueno.

Mientras creábamos programas para la parrilla que hasta nuestra llegada estaba inundada de programas musicales, ‘Radioactiva’ fue cogiendo forma con magazines mañaneros, programas de cine, de deporte, de noticias, o de entretenimiento nocturno. La experiencia, evidentemente, no es comparable a la de trabajar en una gran empresa en la que estás limitado a lo que te dice el jefe. Nuestra libertad a la hora de crear programas y de traer contenidos era muy alta. Más allá de eso, la experiencia profesional la valoro, he de decirlo, menos que la vital experimentada durante estos tres meses. Anécdotas, historias, miradas, pensamientos, y un montón de sonrisas. No creo que hubiera podido estar tres meses consecutivos compartiendo vivencias con presos en una cárcel, si no hubiera sido preso o funcionario. Y ni siquiera funcionario. Con nosotros se sentían más cómodos que con ellos. Podían hablar claro, sin miramientos, aunque con el mismo respeto. Trabajábamos allí ellos y nosotros, nosotros y ellos. Los educadores y los funcionarios no estaban siempre.

Una experiencia en la que he hecho radio, he aprendido cosas nuevas, he conocido gente diferente y a la vez normal, y me he dado cuenta de la pequeña diferencia que existe entre el bien y el mal. Según qué casos, claro. Y por si fuera poco, hemos ayudado a ‘volar’ tres meses de la condena de algunas personas. Personas a las que hemos visto cada día mientras que a eso de las 14:00 horas, cuando terminábamos, cruzábamos la puerta de salida percibiendo pero no valorando lo que significa salir de allí.

Ah, también nos cruzamos con Julián Muñoz por los pasillos. Intercambiamos un ‘buenos días’. Uno más.